Las dos viudas tenían un candor infantil de vez en cuando. Eran amigas desde la secundaria y con el tiempo, las unía más que nada la tragedia de las muertes de sus maridos. Salían de su nueva clase de bordado en el pueblo vecino cuando encontraron la puerta abierta de una casa vieja que parecía tener música dentro. -¿Entramos o qué?-dijo Sonia. -Ya es muy noche, a mí me da miedo-le respondió Elena. -Pero parece que va a haber algo, como una fiesta. -No nos va a dar tiempo de regresar para la última ruta del camión, y así, ¿Cómo regresaremos a la casa? -Mira, ya sé: nada más vamos a asomarnos dentro de la reja por un momento y nos vamos. -Bueno. Con el paso firme, y tomando a Elena de la mano, Sonia llevó la delantera en la expedición. Siempre fue la más aventurada de las dos, aunque procuraba nunca dejar a su amiga. Se fueron caminando sigilosas para no llamar la atención, aunque irónicamente causaban el efecto contrario. Elena, desconfiada, miraba a sus pies. Había una
La explosión de la bomba apareció brillante en el cielo como un nuevo y gigantesco sol. No había tiempo de gritar, asustarse o siquiera moverse. Y al final lo hizo. Contra todo lo que había planeado él mismo, lo hizo. Lo construí, lo programé desde el principio de su vida ¿Qué más quedaba? Supongo que he sido el primer y último ingeniero en construir un robot con voluntad propia.