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La campanada


Las dos viudas tenían un candor infantil de vez en cuando. Eran amigas desde la secundaria y con el tiempo, las unía más que nada la tragedia de las muertes de sus maridos. Salían de su nueva clase de bordado en el pueblo vecino cuando encontraron la puerta abierta de una casa vieja que parecía tener música dentro.

-¿Entramos o qué?-dijo Sonia.
-Ya es muy noche, a mí me da miedo-le respondió Elena.
-Pero parece que va a haber algo, como una fiesta.
-No nos va a dar tiempo de regresar para la última ruta del camión, y así, ¿Cómo regresaremos a la casa?
-Mira, ya sé: nada más vamos a asomarnos dentro de la reja por un momento y nos vamos.
-Bueno.

Con el paso firme, y tomando a Elena de la mano, Sonia llevó la delantera en la expedición. Siempre fue la más aventurada de las dos, aunque procuraba nunca dejar a su amiga.
Se fueron caminando sigilosas para no llamar la atención, aunque irónicamente causaban el efecto contrario.

Elena, desconfiada, miraba a sus pies. Había una sombra bajo ellos que no coincidía con su silueta. La sombra parecía crecer lentamente.
-Oye... ¿Qué es eso? No traigo mis lentes a la mano-dijo ella, señalando a sus pies.
-Qué raro, parece tu sombra, pero es muy oscura ¿Será pintura?-le contestó Sonia-A ver, muévete de ahí, a ver si es otra cosa.
Elena obedeció y ahora la sombra parecía un agujero negro como nada, un mini-vacío.
-¿Sabes qué? Creo que mejor nos vamos, me da desconfianza acercarme ahí-decía Elena con temor en la voz.
-Bueno, espérame afuera un momento-decía Sonia con un tono maternal.
-Hmmm... Pero no te tardes.
Elena frotaba sus manos tomando la correa de su bolso con impaciencia, al punto en el que parecía querer deshebrarlo.
Una nueva mancha negra se hacía evidente en la entrada de la casa. Había un arco que coronaba esta entrada y de ella colgaba una campana.
Elena miraba impaciente su reloj de pulsera y después miraba a su alrededor, en donde pasaban personas haciendo sus últimas diligencias a esa hora de la noche. Ya casi eran las 9.
-Sonia, ya salte, no hay nada ahí.
-Espérate, que estoy encontrando más sombras como en la que estabas parada. Se están moviendo todas hacia adentro de la casa.
Elena intuía una catástrofe, y sentía una ansiedad creciente desde el estómago. Seguía mirando su reloj. 8:59 y el minutero se avanzaba ominoso hasta marcar las 9 en punto. Y sonó el tañer de la campana del arco. La gente que transitaba por la calle se detuvo en seco independientemente de lo que estuviera haciendo. Elena, asustada e hiperventilando percibió un olor a hierro muy fuerte, como sangre fresca. La mujer fijó la mirada en la campana buscando qué la hacía sonar y notó una placa con la leyenda:
"Las campanas anuncian lo que a sangre huele".
Un grito estentóreo tan salvaje sonó como el de un animal.
-¡Sonia! ¿Dónde estás?-Gritó Elena con pánico. Al no recibir más respuesta que un silencio. La sombra ahora se había desplazado bajo Elena nuevamente, y ahora no la soltaba. La gente a su alrededor continuó caminando como si nada ignorándola por completo. Les gritó y manoteó, pero se sentía como en un sueño, donde todo es lento y no se puede alcanzar nada.

Elena pasaría varios años atrapada en esa cuerda de tiempo, como todos los anteriores a ella que se acercaron a la casa de la campana en la misma noche de octubre a las 9 en punto.













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